miércoles, 15 de octubre de 2014

AUSTRALIA Y USA


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Para bien o para mal, los debates sobre política económica en los Estados Unidos se hicieron eco a menudo en otros lugares, sin importar si son o no relevantes. El Gobierno del recién electo Primer Ministro australiano, Tony Abbott ofrece un ejemplo de esto.

Al igual que en muchos otros países, los gobiernos conservadores abogan por los recortes en el gasto público, sobre la base de que los déficit fiscales ponen en peligro su futuro. En el caso de Australia, sin embargo, tales afirmaciones suenan particularmente hueca - aunque eso no ha impedido que el gobierno del señor  Abbott trate sobre eso.

Incluso si se acepta la reclamación de los economistas de la Universidad de  Harvard Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff que los muy altos niveles de deuda pública significa un menor crecimiento - una opinión de que en realidad posteriormente ha sido desacreditado ese concepto - Australia está muy lejos de ese umbral, pues su ratio deuda / PIB es sólo una fracción del ratio de los EE.UU., y uno de los más bajos entre los países de la OCDE.

¿Qué es más importante para el crecimiento a largo plazo , pues son las inversiones en el futuro - incluso de las inversiones públicas cruciales en la educación, tecnología e infraestructura. Estas inversiones garantizan que todos los ciudadanos, no importa cuán pobres de sus padres, puedan vivir mejor en el futuro.

Hay algo profundamente irónico de la reverencia del Señor  Abbott en cuanto al  modelo de Estados Unidos en la defensa de muchos de las propuestas de su gobierno llamadas "reformas". Después de todo, el modelo económico de Estados Unidos no ha estado trabajando para la mayoría de los estadounidenses. El ingreso medio en los EE.UU es más bajo de lo que era hace un cuarto de siglo - no porque la productividad se haya estancado, sino porque los salarios tienen poca importancia.

La modelo australiana ha sido mucho mejor. De hecho, Australia es una de las pocas economías basadas en materias primas que no ha sufrido la maldición de los recursos naturales. La prosperidad ha sido relativamente ampliamente compartida. El ingreso promedio de los hogares ha crecido a una tasa media anual superior al 3% en las últimas décadas - o sea  casi el doble del promedio de la OCDE.

Sin duda, dada su abundancia de recursos naturales, Australia debe tener ahora una mayor igualdad de lo que hace varios años. Después de todo, los recursos naturales de un país deben pertenecer a todos los ciudadanos, y las "rentas" que generan es una fuente de ingresos que podría ser utilizado para reducir la desigualdad social.

Ya se sabe que gravar las rentas de los recursos naturales con altas tasas no causa las consecuencias negativas que se derivan de los ahorros fiscales o de trabajo (las reservas de mineral de hierro y gas natural no pueden trasladarse a otro país para evitar la tributación); pero coeficiente de Gini de Australia, una medida estándar de la desigualdad, es un tercio más alto que el Gini de Noruega, un país rico en recursos que ha hecho un trabajo particularmente bueno en cuanto a la gestión de su riqueza en beneficio de todos los ciudadanos.

Uno se pregunta si  el Señor Abbott y su gobierno entienden realmente lo que ha sucedido en los EE.UU ¿ y si se da cuenta de que desde que comenzó la era de la desregulación y la liberalización a finales de 1970, el crecimiento del PIB se ha desacelerado notablemente, y que en cuanto al crecimiento que se ha producido ha beneficiado principalmente a los más ricos? ¿No se si el señor Abbott Sabe que antes de esas "reformas", los EE.UU. no habíamos tenido una crisis financiera -  que ahora es  una ocurrencia regular en todo el mundo -  que nuca tuvo hace medio siglo, y que la desregulación llevó a un sector financiero inflado que atrajo a muchos jóvenes con talento que de lo contrario se podría haber dedicado con sus carreras a unas actividades más productivas? Sus innovaciones financieras les hizo extremadamente rico, pero perjudicaron a América  Latina y dejaron a la economía mundial al borde de la ruina.

Los servicios públicos de Australia son la envidia del mundo. Su sistema de salud ofrece mejores resultados que el sistema de los EE.UU.,  y a una fracción del costo. Cuenta con un programa de educación- con préstamos contingentes para el ingreso que permite a los prestatarios pagar sus reembolsos durante más años si es necesario, y en la que, si sus ingresos resulta ser particularmente bajos el gobierno perdona parte de esa deuda.

El contraste con los EE.UU es sorprendente pues en los EE.U la deuda estudiantil, ahora en exceso de 1,2 billones de dólares (más toda la deuda de tarjetas de crédito), se está convirtiendo en una carga para los graduados y para  la economía. El modelo financiero fallido de Estados Unidos para la educación superior es una de las razones por las que, entre los países avanzados, Estados Unidos ahora tiene la menor igualdad de oportunidades, con las perspectivas de vida de un joven americano que dependen más de los ingresos de sus padres, así  pues educación en USA no es mejor que en otros los países avanzados.

Las nociones del Señor  Abbott sobre la educación superior también sugieren que él claramente no entiende por qué las mejores universidades de Estados Unidos no tienen un buen éxito. No es competencia de los precios o el afán de lucro que ha hecho de Harvard, Yale, Stanford o de las grandes universidades de Estados Unidos pues ellas no trabajan con fines de lucro-institucional. Todas ellas son instituciones sin fines de lucro, ya sea pública o con el apoyo de grandes dotaciones,  que han contribuido en gran parte los ex alumnos y sus  fundaciones.

Hay competencia claro está, pero de un tipo diferente. Ellas se esfuerzan por la inclusión y la diversidad. Ellas compiten por becas de investigación. En América bajo ese sistema de institución sin fines de lucro las universidades sobresalen en dos dimensiones: a)  la capacidad de explotar a los jóvenes de familias pobres,  al cobrarles altos cargos sin entregar nada en valor, y b)  la capacidad de ejercer presión para obtener el dinero del gobierno sin regulación y continuar sus prácticas de explotación.

Australia debe estar orgullosa de sus logros, de los que el resto del mundo puede aprender mucho de ello. Sería una vergüenza si una mala interpretación de lo que ha sucedido en los EE.UU., combinado con una fuerte dosis de ideología, puede causar que sus dirigentes puedan arreglar lo que ha estado roto.


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